31 de agosto de 2017
Villa Grimaldi era un predio
totalmente agrícola, de amplia extensión ubicado en la comuna de Peñalolén. Estaba
alejado de la ciudad y fue usado principalmente para paseos y picnics. Había de árboles, jardines, fuentes de agua y al que
posteriormente se le construiría una piscina. Además, se realizó la
construcción de un restaurante llamado “Paraíso Villa Grimaldi”. A este sitio
asistían artistas, intelectuales, políticos y personas de las más altas esferas
del país en aquel entonces. Todas estas actividades fueron ideadas por su
dueño, Emilio Vassallo, quien adquirió este fundo en los años 60.
Nuestro país en aquella época era bastante
diferente a lo que se aprecia el día de hoy. De todas las clases sociales
participaban y se interesaban en política, desde las actividades del gobierno
hasta unirse a juntas de vecinos. Todo estaba relacionado a la política. El contexto
internacional nos trasladaba a pleno desarrollo de la Guerra Fría.
En el ámbito cultural, apareció una
nueva camada de músicos cuyas letras iban en contraparte a la de los artistas
de la nueva ola. Todos ellos, influenciados por Violeta Parra, quedaron agrupados en el
movimiento denominado “Canto Nuevo”. Destacaron Víctor Jara, Quilapayún, Inti
Illimani, Patricio Manns, entre otros.
Llegaron los 70 y en Chile ocurriría
un hecho de impacto mundial. La llegada al poder del primer mandatario
socialista elegido de manera democrática, respetando la Constitución. El
triunfo de Salvador Allende repercutió mucho más allá de nuestras fronteras. El
gobierno de Estados Unidos estuvo absolutamente en contra de este proceso. La
nacionalización del cobre y la entrega de medio litro de leche diario a cada
niño y niña del país fueron medidas que serán por mucho tiempo recordadas.
Pero como era predecible, un grupo muy
importante del país, apoyados de manera económica y política por Estados
Unidos, en el que se encontraban políticos, empresarios y latifundistas
principalmente, hizo de todo para frenar los avances del gobierno de la Unidad
Popular. Intentaron desestabilizar al país y que este entrara en una crisis
total.
Pasó el tiempo, entre medio de
protestas, filas largas para comprar alimentos y cacerolazos en las calles.
Hasta que el día 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas y Carabineros
encabezaron el derrocamiento del gobierno de Allende. El símbolo de esa negra
jornada fue el bombardeo al Palacio de La Moneda.
En esta primera etapa los detenidos
eran llevados a lugares masivos, como el Estadio Nacional y el Estadio Chile (hoy
Estadio Víctor Jara). Allí, cuando estaban cautivos, sus familiares podrían
saber que probablemente estaban ahí retenidos.
Pero a fines de 1973, la estrategia
cambió. Comenzó un proceso de detenciones secretas, en el que las fuerzas
represivas buscaban lugares secretos para ejercer una represión secreta. Se
crea la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA). Ahí, apareció por primera
vez el Cuartel Terranova (Villa Grimaldi) como la principal opción para llevar
a cabo dichas acciones.
Este era un sitio ideal porque estaba
aislado de la ciudad. Cualquier cosa que ahí pasara, no lo vería ni sabría
nadie. Además no tenía muchas construcciones. Este parque se convirtió en el
principal centro de tortura para los secuestrados.
La DINA extorsionó al dueño Emilio
Vassallo para obligarlo a vender Villa Grimaldi. Tuvo que hacerlo porque así
protegía a su familia.
Para llevar a los detenidos al Cuartel
Terranova, los secuestraban en cualquier lugar. No solo los militares
participaban, sino que varios civiles. Los vendaban en los ojos y los subían a
los autos, para llevarlos después al terreno en Peñalolén. Para que no supieran
donde los llevaban exactamente, se daban varias vueltas alrededor.
Nadie en el lugar sabía por qué razón
exacta estaban en Villa Grimaldi, mucho menos sus familiares. Entre 200 a 250
personas había aproximadamente en el Cuartel Terranova.
Luego eran conducidos a las celdas, de
las que habían dos tipos: las celdas “Casas Chile” y Casas Corvi”, llamadas así
por las viviendas sociales de la época. En esos pequeños espacios (de 2 por 1
metros cuadrados) metían de 4 a 5 personas, todos muy apretados y sin
posibilidad de moverse. Solo había un orificio, para que los guardias vigilaran.
Los detenidos no se podían comunicar y
mucho menos sacarse la venda. Había uno o dos turnos máximos para ir al baño,
el cual estaba en condiciones insalubres. Llegaban incluso a pasar entre 2 a 3
meses pasaban sin utensilios de higiene. Les daban alimentos muy precarios,
solo por la necesidad de que no se murieran.
Se efectuaron diversas formas de
tortura. “La parrilla” era la más habitual, cuya metodología consistía en un
catre de metal electrificado al que llevaban a los detenidos, desnudos y
humedecidos, para aplicar corriente en sus partes más sensibles, principalmente
labios y genitales.
A este método de tortura se sumaron
los colgamientos, “el submarino húmedo” y golpes muy violentos en todas las
partes del cuerpo. Estas sistemáticas violaciones a los derechos humanos se
efectuaban para sacar toda la información de los detenidos y que estos
decayeran de ánimo.
Las mujeres fueron las más afectadas
en este encierro. El rol de ellas en política era muy pequeño en comparación al
de sus compañeros hombres, por el machismo predominante en la época, incluso en
los partidos y movimientos de izquierda. Por lo tanto, eran menos las encerradas. Esa misma razón hizo que los
guardias se ensañaran bastante más con ellas.
Había una sola celda de mujeres en la
que debían permanecer todas las detenidas. En esa celda, había una ventana por
la que podían ver todo. Esta estaba al lado de la sala de torturas, por lo que también
escuchaban todo lo que sucedía al lado. Durante su instancia, sufrieron
violaciones y otras vejaciones sexuales, a veces frente a sus esposos y padres.
Para ir al baño, esperaban ir todas juntas, con la intención de prevenir abusos
sexuales de parte de los guardias. Todo fue más horrendo para la mujer
militante que para el hombre militante.
En una conversación para Radio
Cooperativa en enero del 2012, la ex militante del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR), Nubia Becker, relató su experiencia como víctima de
violaciones a los derechos humanos en Villa Grimaldi. “Ser mujer era más
doloroso, porque nosotros ahí sufríamos de una manera exacerbada el machismo.
El machismo con autoritarismo es la peor de las torturas que puede sufrir una
mujer. Para ellos nosotros éramos prostitutas”, señaló.
El último paso para algunos de los
secuestrados en el Cuartel Terranova era ser llevados a “La Torre”. En el
último piso había un centinela que vigilaba todo, así que nadie se podía
escapar de la torre. No había turnos para ir al baño o para comer. Los
sobrevivientes contaban que si uno podía oler las rosas del lugar, era porque
sería llevado a esa torre. Esta
fortificación tenía tres niveles.
En “La Torre” existían salas para
efectuar interrogatorios bajo torturas. De hecho, había una “parrilla” doble. Varios
de los que pasaron por esta edificación tuvieron como destino la desaparición,
ya que hasta el día de hoy no se sabe ni conoce su paradero.
Los que sobrevivieron a su pasar por
“La Torre” no eran liberados de inmediato, sino que debían ser trasladados a
Tres Álamos y posteriormente a Cuatro Álamos, el cual servía como un lugar
transitorio que reemplazaba al Estadio Chile.
A Villa Grimaldi habrían llegado
alrededor de 4500 detenidos, de los cuales 236 permanecen todavía desaparecidos.
Por todas las víctimas, se debe realizar un proceso de reparación y justicia,
para que estas atrocidades no se vuelvan a cometer.
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