5 de octubre de 2017
Gabriela Arancibia llegó con su
familia al hogar en donde vive desde 1952, cuando tenía 5 años. En 1955, en el mismo
sector, la Población Rosita Renard fue inaugurada en lo que todavía era campo
dentro de la comuna de Ñuñoa. Su vivienda está dentro de un pasaje muy angosto,
siendo la tercera casa a la derecha. Allí ha desarrollado toda su vida. Conoció
a su marido, Juan Sepúlveda, dentro de la Rosita,
se casó y tiene nueve hijos y un nieto. En el 2008 quedó viuda. Dentro de todo
ha desarrollado una vida normal como dueña de casa. No obstante, hay una
situación que le quita el sueño.
Gabriela luego de invitarme a su casa
al principio de nuestra reunión era más bien reacia a recordar alguna historia
memorable del sector. Ella se preocupa del propósito de mis preguntas porque,
al ser esta una población de las más conflictivas de Ñuñoa, en donde la
drogadicción, el alcoholismo y las balaceras están presentes hace más de 20
años, teme que al contar alguna información sensible, pueda sufrir algún amedrentamiento.
Después le aclaro mi rol como estudiante de periodismo y que no se sienta
asustada.
Ella señaló que durante los años de
la dictadura, a diferencia de muchas otras poblaciones de Santiago y de Chile,
no sufrieron la represión ejercida por los militares y la policía secreta del
país. Lo que ella más recuerda fue que cuando ganó el “No” en el plebiscito de
1988, la población entera se alborotó. Abrazos entre los vecinos, banderas en
las casas, batucadas y cotillón sacudían de la tranquilidad por aquel entonces
a la Rosita.
Ya más tranquila, me relató que uno
de sus nueve hijos, Juanito, hace más de 3 años realiza trabajos voluntarios,
principalmente limpiar autos, afuera del Servicio de Atención Primaria de
Urgencia (SAPU) del Cesfam Rosita Renard, en la que pide siempre una moneda y
ayudas de otro tipo, por ejemplo, alimentación. Él y su mamá han comenzado los
trámites necesarios para que, a los 51 años solamente, se pueda jubilar. Todavía
espera la indemnización que la Municipalidad de Ñuñoa le debe por su trabajo de
junior ahí. El presenta un retardo mental leve desde que tiene dos años, la que
con el pasar del tiempo se ha agravado.
La infancia de Juanito
Nunca estuvo más de un semestre en
algún colegio. Cuando estaba matriculado en la Escuela República de Francia, él
se arrancaba. También se escapaba de su casa cuando era pequeño. Su padre lo
iba a buscar hasta las 10 de la noche en los alrededores de la población. La
mayoría de las veces llegaba un carabinero y lo dejaba en su hogar. Para el 11
de septiembre de 1973, el día del golpe de estado, justo se perdió y fue
encontrado a las 5 de la tarde en un hogar de menores del centro de Santiago.
Su papá lo fue a buscar. El apenas tenía 8 años.
Los conflictos entre Juan y su familia
Él se levanta con ánimo para ir al
SAPU. Es muy servicial y tiene muchísimas ganas de ayudar a los que se dirigen
hacia allá. Los mismos médicos se preocupan de que tenga ropa, zapatos y
alimentación, pero también han intentado infructuosamente que pueda tratarse. Para
las fiestas patrias de este año, todo el consultorio realizó una colecta de
dinero para ayudarlo a él y a su madre.
El temor más grande de Gabriela es
que puede morir y no sabría cómo Juanito podría quedar. Él no tendría su
pensión digna por su invalidez. Arancibia tiene miedo a que sus hermanos no se
preocupen de la condición de él tras su fallecimiento. Además, al no manejarse
muy bien con el dinero, teme que se puedan aprovechar de su ignorancia respecto
a la plata de su pensión. Gabriela rememora que hay muchas veces en las que
Juan no recuerda en que gasta su dinero. Llega sin ningún peso a la casa.
Gabriela indica que de no realizarse
un electrocardiograma pronto, a la que se niega con fuerza Juan, su salud
empeorará.
El resto de sus hermanos también le
ha dicho que vaya al médico a realizarse todos los exámenes necesarios. Además,
lo han ayudado económicamente a él y su madre, sin embargo, no pone de su
parte. Ha tenido fuertes discusiones con
su madre por lo mismo. Afortunadamente, no ha llegado a la violencia física,
solo verbal, pero Gabriela está muy preocupada de su estado. Los vecinos han
hablado con Juan para que, dentro de lo que pueda, sea más considerado con
ella. Si llegara a agredirla, sabe que sería internado.
Al intentar entrevistar a Juanito,
cuya estatura es de 1,80 metros, con mucha barba y bigote en la cara, además de
presentar dificultades para hablar, me señaló en 5 minutos, que estaba muy
ocupado limpiando los vidrios de los autos como para dar una entrevista y que
lo único que quiere es ayudar a la gente de su población y, sobre todo, a su
madre, a quien quiere mucho. Él dijo para finalizar que se siente apenado por
la preocupación de ella, pero que él no se internará de ninguna forma.
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